Por Jonathan Reverón / Director del documental “Don Armando”
La primera vez que entré a esta casa fue hace 10 años, y todavía puedo recordar de memoria el menú, jamás lo olvidaré. Antes de sentarlos en la mesa, Don Armando suele esperar la llegada de sus comensales en la sala, allí, a manera de pasapalo, se deshicieron en mi boca unas arepitas de chicharrón del tamaño de una moneda de 5 bolívares de los de antes. Desde ese momento, el asombro.
La delicadeza de una mesa servida con todos los modales, también me marcó. No se trataba del lujo, sino de la preocupación de Don Armando de que el más mínimo detalle en una mesa alcanzara la perfección. Almorzamos parrilla de lomito, puré de papas, ese puré que su cocinera Magdalena hace y lo convierte en una nube otoñal. Una ensalada de lechugas variadas y algo que no es naranja, ni mandarina, sino todo lo contrario. Y el postre, cabello de ángel.
Después de esa experiencia reveladora, hice fila entre quienes descubren el valor que tiene esa cocina en nuestra historia contemporánea. Con el tiempo mi mayor inquietud ha sido transmitir lo que significa Don Armando Scannone, un caraqueño que haciendo uso de una memoria privilegiada, atesora no sólo una colección de recetarios invaluables, sino una serie de valores y testimonios que merecen ser registrados para construir mejor futuro. Este documental aspira ser la labor audiovisual que contribuya al legado del hombre que hace país todos los días de su vida desde los fogones.
Mientras tanto, les invito a desayunar, sírvanse:
Fotografías: Marcel Cifuentes |
La primera vez que entré a esta casa fue hace 10 años, y todavía puedo recordar de memoria el menú, jamás lo olvidaré. Antes de sentarlos en la mesa, Don Armando suele esperar la llegada de sus comensales en la sala, allí, a manera de pasapalo, se deshicieron en mi boca unas arepitas de chicharrón del tamaño de una moneda de 5 bolívares de los de antes. Desde ese momento, el asombro.
La delicadeza de una mesa servida con todos los modales, también me marcó. No se trataba del lujo, sino de la preocupación de Don Armando de que el más mínimo detalle en una mesa alcanzara la perfección. Almorzamos parrilla de lomito, puré de papas, ese puré que su cocinera Magdalena hace y lo convierte en una nube otoñal. Una ensalada de lechugas variadas y algo que no es naranja, ni mandarina, sino todo lo contrario. Y el postre, cabello de ángel.
Después de esa experiencia reveladora, hice fila entre quienes descubren el valor que tiene esa cocina en nuestra historia contemporánea. Con el tiempo mi mayor inquietud ha sido transmitir lo que significa Don Armando Scannone, un caraqueño que haciendo uso de una memoria privilegiada, atesora no sólo una colección de recetarios invaluables, sino una serie de valores y testimonios que merecen ser registrados para construir mejor futuro. Este documental aspira ser la labor audiovisual que contribuya al legado del hombre que hace país todos los días de su vida desde los fogones.
Mientras tanto, les invito a desayunar, sírvanse:
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