Por Jonathan Reverón / Director del documental “Don Armando”
Magadalena Salavarria no recuerda hace cuanto tiempo se vino de Güiria a Caracas, y mucho menos la fecha exacta en que entró a trabajar en la cocina de Don Armando. Su carcajada es permanente, consecutiva, el sonido que siempre ha de acompañar su verbo.
Ella no sabe de medidas, tazas o cucharadas, en el puño de su mano está la porción exacta. La llaman la hechicera mayor, la que sabe todos los trucos y la que descifra los códigos de la memoria de Scannone. La autora del llamado "libro negro" (que sólo conocen quienes han aprendido con ella en la cocina) nos hizo el pabellón. Sus caraotas no tienen comparación y en el documental reveló muchos de los secretos que están detrás del grano prieto.
Ciclorama Producciones © Copyright 2011. Todos los Derechos Reservados.
Fotografía: Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com |
Magadalena Salavarria no recuerda hace cuanto tiempo se vino de Güiria a Caracas, y mucho menos la fecha exacta en que entró a trabajar en la cocina de Don Armando. Su carcajada es permanente, consecutiva, el sonido que siempre ha de acompañar su verbo.
Ella no sabe de medidas, tazas o cucharadas, en el puño de su mano está la porción exacta. La llaman la hechicera mayor, la que sabe todos los trucos y la que descifra los códigos de la memoria de Scannone. La autora del llamado "libro negro" (que sólo conocen quienes han aprendido con ella en la cocina) nos hizo el pabellón. Sus caraotas no tienen comparación y en el documental reveló muchos de los secretos que están detrás del grano prieto.
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Jonathan, te felicito hermoso blog. No imaginas cuanto te entiendo, leer tus impresiones es revivir lo que sentí las epoca en que hice las entrevistas para el libro Conversaciones con Armando Scannone. EStoy fascinada con tu página, esperaré el documental, incluso te pongo a algún material del recopilado cuando hice la investigación, eso sí, tengo que buscarlo entre tantos papeles, pero aquí está.
ResponderBorrarTodo el éxito, Don Armando está en buenas manos.
Vanessa Rolfini